miércoles, 26 de junio de 2013
En la nada.
(La Montaña Mágica de T. Mann)
Ese día salió solo. Paseó sin rumbo durante toda la mañana sumergido en sus pensamientos, hasta que llegó a lo alto de la colina. Necesitaba descansar un poco y recuperar fuerzas para poder volver. Anduvo un poco más hasta llegar al centro de la llanura, justo en el centro de la nada. Desde allí todo lo que veía era blanco, incluso el cielo. Sus ojos, cegados por el resplandor, apenas podían abrirse. Al parar, sus pies se hundieron en la suave y blanca nieve. Era el momento de iniciar, una vez más, el ritual del descanso.
Encendió con deleite su cigarro. El humo, tras ser aspirado con violencia, atravesó suavemente su garganta y pasó por sus estrechos bronquios hasta inundar sus pulmones. Un cúmulo de sensaciones invadieron su mente y su ser, sensaciones tan dispares como una enorme satisfacción, como un severo y contradictorio sentimiento de placer y culpa. Continuó observando, aburrido, cómo se consumía lentamente su cigarro, al igual que lo hacía su contemplativa vida. Su absurda, aburrida, ilógica y trágica vida.
Ya consumido, sus labios aún continuaban expulsando el cálido y sangrante humo. El viento empezó a susurrarle de nuevo aquella monótona y obsesiva melodía, ¿o ese sonido era producido por su sibilante y agónico aliento? Alzó su vista al cielo y observó su tenue luz. Anochece ya, pensó. Y fue entonces cuando temió que sus fuerzas no le permitirían volver con sus mentores. Aunque una suave mueca en su labio delataba que no era una excusa válida para no regresar y dejar de seguir analizando intangibles conceptos humanísticos.
Aún hoy sigo observando su delgada y oscura silueta perdida entre el blanco vacío. Horrorizado contemplo desde lo lejos cómo esas tertulias, lamentablemente tan lejanas a las de París, todavía saturan mi interés por continuar. Puede que el esfuerzo se vea compensado por ese absurdo y pedante repaso intelectual, pero aún así, su aburrimiento burgués me resulta repulsivamente contagioso.
Quizás sea un buen momento para encender un nuevo cigarro y emprender otro largo viaje a las altas cumbres literarias.
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