Momentos efímeros, así los llama. Son esos breves segundos que sólo pueden ser captados por almas sensibles, pequeños instantes de nuestra vida, aparentemente sin importancia para el resto del mundo, pero que recordamos con cariño o incluso, con amor. Esos breves momentos que nos hacen reír cuando los recordamos, que consiguen emocionarnos, hacernos felices y recordarlos durante toda nuestra vida. Son sentimientos de felicidad que nos ayudan a soportar los tragos más amargos, las derrotas más duras, la oscura soledad en la que vivimos.
Ella colecciona esos momentos. Los graba en su memoria cuando suceden y los guarda para siempre en su corazón. Y es así como los describe más tarde en un pequeño cuaderno de piel con viejas tapas de cuero, sentimientos garabateados para siempre en ese amarillento papel tan arrugado ya por su uso y que guarda celosamente dentro de una vieja caja metálica de galletas. Una caja que a veces contempla sin abrir, durante mucho tiempo, como quien venera un tesoro.
Hoy ha sucedido uno de esos momentos especiales y lo ha anotado tal como lo ha vivido, como lo ha sentido y como lo recordará durante el resto de su vida. Esta vez ha sido muy especial, estaba nerviosa y muy excitada, tanto que, tras leer más tarde las notas de su cuaderno, ha comprendido que lo escrito no era fiel a lo sentido, que lo relatado no era real, y que tiene que empezar de nuevo. Esta vez sabe que su efímero momento necesita describirse mejor.
Lo escrito era algo así.
"Sus ojos, fijos en los míos, me obligaron a contestar. Su mirada era joven, su cuerpo ya no tanto. Se ruborizó al ver mi mirada y agachó la cabeza. Su mirada me cautivó y me emocionó. Bajó en la siguiente parada. Sé que no le volveré a ver más."
Aunque lo que sucedió fue esto.
"Hoy he terminado muy tarde de trabajar. Era ya de noche y me dio miedo coger el metro, así que me dirigí a la parada de autobús. Estaba muy cansada y completamente evadida de la realidad con la música y mi lectura, pero intuí que algo sucedía a mi alrededor. No me apetecía ver nada ni a nadie, pero la curiosidad pudo más que mi agotamiento, así que levanté la mirada. Y entonces vi sus ojos buscando los míos. Nuestras miradas se cruzaron, se penetraron, se hablaron. Fueron apenas unos segundos y aún así suficientes para descubrir el amor, la paz y la sabiduría que reflejaban. Él apartó la vista, sonriendo, pero ruborizado ante mi atrevimiento, quizás temiendo que mal interpretara su gesto. Yo también lo hice. Bajó en la siguiente parada. Desde entonces su paz y su ser vive conmigo."
Puede que nunca lo describa así, porque así es como lo sentí yo. Igual algún día se lo digo, aunque es más probable que no me atreva y siga con ella mientras la veo envejecer. Sacrificaría mi inmortalidad por repetir una vez más ese efímero momento.
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