viernes, 19 de julio de 2013

La eterna espera

El sueño (detalle). Francisco de Goya
Te susurro al oído, mi amor, soy yo, sigo aquí, a tu lado, y, aunque no me veas, siempre estaré junto a ti, en todo momento, siempre que hables, que bebas, que rías, llores o duermas o ames, siempre.

Quiero que me escuches, aunque no me oigas, quiero decirte que me gusta observarte, mirar tu rostro mientras hablas de mi, cuando hablas de cómo era, de cómo sería, de cómo te hubiera gustado que fuera al envejecer.

Ahora sí que te escucho y por fin te comprendo. Ahora sé por qué estábamos tan distanciados. ¿Es amor lo que siento?, no lo sabré nunca, creo que voy a enloquecer.

Mi alma sufre tanto como sufrió la tuya cuando todavía me veías, o puede que más. Sé que sientes mi presencia porque veo cómo sonríes cuando te hablo, porque a veces pongo mis manos en tu cuerpo y te estremeces.

Cuando duermes, acerco mi cara a la tuya y escucho tu respiración, huelo tu aliento, tu piel, tu cuerpo. Desearía poder escuchar tus pensamientos y que tú escucharas los míos. Al despertar, abres los ojos y miras a través de mi. ¿Sabías que tu mirada está llena de vida?

No pienso separarme nunca de ti, así, cuando llegue el momento, podremos unirnos en un eterno abrazo, y puede que entonces me veas, amor mío.

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